No se puede soslayar, cuando leemos los poemas de Martín Bustamante, que además del encierro existencial hay un encierro físico, institucional. Capas de encierro que arrojan sobre el poema no los incendios del alma sino sus sombras mojadas. Ese oleaje brutal cae sobre nosotros, sobre nuestros ojos que leen, corroboran y se dejan doler: “Empieza nuevamente el mundo / Hay gente en pedazos arrastrándose / Sus gestos son más que una sonrisa // Ya no más zumbidos y explosiones / Miembros sembrados sobre miel púrpura // Otro comienzo lejos de las garras / Se desprende un aire dulzón / sobre manos hirvientes / que empiezan a labrar la tierra”.
Es un honor para mí acompañar a Martín Bustamante con mis palabras insuficientes sobre sus palabras necesarias: primero curan, luego llagan. Así es la belleza.
María Malusardi
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