41.
Ella se sienta en una de las mesas de la vereda
y el saludo es un pájaro asustado entre sus manos.
Churyúmov y Guerasimenko, en cambio, sonríen
en un gesto sólo perceptible para esos hombres
que, con sus faldones largos, doblan la esquina
y se distribuyen en la calle según lo establecido.
42.
Nadie ha visto a la habitante del cometa,
excepto quienes la buscan hasta encontrarla:
al ponerse de pie para entregarse, es evidente
cuánta ferocidad nos acarreó el futuro.
–Me echo a morir: no me despierten.
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